viernes, noviembre 24, 2006

La Hipocondría.

¿Será o no será?
Hipocondría: enemigo imaginario

Alguna vez en nuestra vida hemos creído tener una enfermedad. No muchos de nosotros la desarrolla a tal punto de agobiarnos la vida, es decir, “ahogarnos en un vaso de agua”, frase muy usada por familiares de personas que sufren de éste mal que destruye la vida del que la padece.

Antecedentes:

La primera noticia de que tenemos constancia del reconocimiento del trastorno hipocondríaco data del Siglo XVII, de la pluma de Burton (1621). Éste autor destacaba el temor o creencia que el sujeto tenía de padecer las terribles enfermedades de su tiempo (debe hacerse constancia que la hipocondría, en este sentido, tiene un claro condicionamiento social).

Thomas Sydeham médico Londinense estudió en Oxford y fue el más destacado de la medicina inglesa, fue apodado el “Hipócrates Inglés”

El utilizó el término hipocondría para designar a la histeria del varón, formándose posteriormente el grupo sociológico más fundamental que luego tomaría el nombre de neurosis.

El nombre deriva de un supuesto órgano que tenemos en el cuerpo donde antiguamente se creía que se originaba el Hipocondría, la cual es una zona situada en la región superior lateral del abdomen.

¿Qué es la hipocondría?:

Es un trastorno que tiene como característica principal la gran sensibilidad del sistema nervioso para preocuparse, asiduamente, por el estado de salud caracterizada por la simulación de síntomas de una o varias enfermedades. Sin duda es un trastorno psicológico, lo que no se sabe, aún, es por qué llega a desencadenarse; aunque si resulta habitual que sea hereditario, por lo que parece tener alguna relación con el ambiente familiar en el que el individuo se desenvuelve.
Quienes padecen este trastorno tienen miedo a sufrir, o lo que es peor aún, tienen la “certeza” de padecer alguna enfermedad grave, y se lo demuestran a sí mismos con cualquier pequeño síntoma, como puede ser una ligera garraspera o tos, una pequeña herida, una contracción muscular involuntaria o cualquier otra pequeñez, que para ellos ya es razón suficiente de padecer alguna enfermedad grave e incluso mortal.

Consecuencias:

“Me duele la cabeza seguro tengo un tumor y es maligno, dentro de unos días moriré”, “Esta tos me esta matando, el doctor dice que no tengo nada, él no sabe, yo tengo neumonía”, ¿Alguna vez hemos escuchado algo similar? Si tuvieron la oportunidad de oír esto, sin duda están frente a un HIPOCONDRIACO.

Si bien es cierto a todos nos preocupa nuestra salud, y todos alguna vez nos hemos sentido preocupados por ella o por algún síntoma, pero pasadas unas horas o días, o tras una pequeña visita al médico nos sentimos aliviados o simplemente nos olvidamos de él. Pero existen personas sumamente sensibles que cualquier anomalía en su organismo les produce un gran malestar que llega a absorberlos de tal manera que no son capaces de desprenderse de él: los hipocondríacos.

Estas personas que por oír hablar o leer en una revista sobre una enfermedad, aunque se trate de un mal muy poco habitual, creen tener alguno o varios de sus síntomas, están tan alerta y pendientes de su propio organismo, que creen sufrirlas en sus propio cuerpo.

Normalmente esos miedos que les atormentan no suelen tener ningún fundamento real, pero la creencia de que poseen esa enfermedad llega a consumirles, provocándoles tal estado de ansiedad que en ocasiones llega a imposibilitarles una vida normal y más con las personas que los rodean.

El tener hipocondría puede conllevar a crearse enfermedades muy graves como son la depresión, ansiedad y en su mayoría trastornos psicológicos.

Para el psicoanálisis, esta enfermedad se ubica en un posicionamiento estructural al modo de la psicosis.

¿Es lo mismo ser ansioso que hipocondríaco?:

Se diferencia del trastorno ansioso, en que el hipocondríaco lo lleva al campo medico y no es consciente que él puede apacigua esos dolores, lo cual sí tienen las personas que sufren de ansiedad.

Sector con mayor incidencia:

No existen cifras exactas en ningún país, esto debido a que los pacientes no acuden a médicos por esa enfermedad, sino por los síntomas que van sintiendo. Sin embargo, en los Estados Unidos, se conoce que el cuatro y el nueve por ciento de los pacientes que acuden al hospital creen sufrir este mal o tener síntomas.

No es factible afirmar que existen profesiones o países que padecen el mal pero si se ha detectado que las diferencias culturales, con sus diferentes maneras de expresión, pueden ser una razón de expansión de la hipocondría.

¿Por qué se produce?:

Según médicos del Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo Noguchi, esta patología psicológica se da en personas que padecen un excesivo miedo a la muerte y a estar enfermos, en vez de prevenir el contagio de posibles enfermedades conflictivas, sufren por si las pueden contraer y se produce el efecto contrario: cambiar la tranquilidad que genera la sensación de control por el desasosiego de no poder controlar el contagio.

Acorde con la versión del jefe de piso del hospital mental, Larco Herrera, Dionisio Iparraguirre, “cabe la posibilidad que estas personas hayan sido sobreprotegidos desde su infancia y no estén listos para enfrentarse a síntomas leves, no toleran el sufrimiento y el miedo a pasarlo mal”.
Este problema, además, se puede originar tras la muerte de algún familiar cercano o tras salir de una enfermedad grave, generando un miedo a volver a contraerla.
Cabe resaltar que los hipocondríacos no suelen ir a un consultorio medico por el temor a que les diagnostiquen un mal maligno o que están a punto de morir y les es difícil aceptar que el problema es psicológico y no físico, como ellos piensan y la depresión que esto los conlleva por no obtener un diagnóstico que los tranquilice.

Riesgos:

“Quien sufre de esta enfermedad pueden correr el riesgo de auto medicarse inclusive contra males graves y ello podría llevarlos a ingerir medicamentos que en lugar de causar un bien pueden empeorarlos e inclusive ser mortales” afirma el especialista en enfermedades psicológicas y miembro del Instituto de Investigaciones Psicológicas y del Comité Editorial de la Revista de Investigación en Psicología, William Montgomery Urday, de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.

Los hipocondríacos se auto convencen de tal manera que no permanecen en paz hasta que alguien les recete alguna medicina o tratamiento. Sin embargo actualmente existe un método llamado Terapia Cognitivo Conductual, la cual consiste en exponer al paciente a actitudes subyacentes a la hipocondría como la exageración de dolencias entre otros, y esto por los resultados obtenidos en un análisis, efectuado por científicos estadounidenses, lograría que el paciente sea menos propenso a la ansiedad de sufrir una enfermedad que posiblemente este alojada en la mente de quien la sufre y no en el cuerpo.

Tratamiento:

Como se menciona anteriormente el primer vestigio de esta patología data del siglo XVII, época en la cual no se encontraba ninguna cura para esta enfermedad que al parecer agobiaba de tal manera al “enfermo” que lo llevaba a la locura. Sin embargo pasados los años, se descubrió que esta era generada en la mente de la persona afectada y el objetivo de esta era buscar algún tratamiento “físico” como tratamientos o medicamentos para “aliviar” las dolencias provocadas por la supuesta enfermedad, para pode suplir ello se crearon los llamados PLACEBOS, que consistían en pequeñas pastillas de azúcar que se le recetaban al paciente adjudicando que le aliviaría del mal y que posteriormente lo sanaría.

Sin embargo con el pasar del tiempo y la llegada de la modernidad y la tecnología también se añadió a este mal, además de la ansiedad, el estrés lo cual generó que esta se empeorara aún más y ya casi los placebos no funcionaban, por lo que se agregó la Terapia Cognitiva Conductual.

La colaboración familiar y, más aún, la propia iniciativa del propio paciente, en no acudir a médicos ni a emergencias ante la desesperación que sienten por los síntomas.

Después de desensibilizar la imaginación del paciente ante situaciones temidas y evitadas, el paciente puede entonces comenzar a reinterpretarsus sensaciones corporales y sentir también aquellas que son agradables o neutras y su cuerpo deja de ser una fuente de dolor o temor y se puede convertir en un generador de placer y confianza.
Y, como se menciona en párrafos anteriores, el uso de Placebo (cápsulas de azúcar) sirve para enfrentar momentáneamente el problema por parte del hipocondríaco que busca incansablemente “curarse” a través de la medina tradicional con o sin chequeo médico.

Estadísticas:

Tras el estudio que se realizó en la universidad de Óregon, en los Estados Unidos, se puedo establecer que de una muestra de veinte pacientes, doce recibieron Fluoxetina y se concluyó, por un evaluador independiente, que ocho (66,7%) respondieron favorablemente. Estos resultados no alcanzaron relevancia, por que cuatro de los ocho sujetos que recibieron placebo mejoraron notablemente.
Por ende, los resultados indican que la Hipocondría no es, como se sostuvo, un trastorno reacio al tratamiento. No se puede concluir que, efectivamente, los agentes inhibidores de la receptación de la serotonina sean provechosos en su tratamiento.

Personificando a la hipocondría:


“Cuando las enfermedades son eternas…es porque hipocondría tienes”.

Rosario Martínez, es una saludable mujer de 60 años que desde hace 20 años padece de ésta enfermedad, ella en un principio se autosugestionaba tanto con cualquier mínimo dolor que en de pronto empezó a sentir que su muerte sería muy pronta.
Su esposo Luís Alfaro, nos comenta que se sentía tan mal que lo obligaba a salir a las tres de la mañana para obtener una cita para ser la primera en atenderse en el Seguro Social y poder recibir cualquier medicina que le ayudará con su malestar, aunque en realidad solo bastaba el hecho de que la revisaran y así le den un caramelo se mejoraría de pronto.

Esta situación se agravó más y más, por lo cual don Luís acudió secretamente a solicitar ayuda.

Un psicólogo amigo le informó sobre la Hipocondría que debía ser tratada urgentemente a fin de poner empeorar la salud de su esposa ya que puede acarrear una depresión tan fuerte que conlleve a la muerte.
Fue así como el conversó con ella para hacerle ver que eso no era normal, pero ella en un primer momento se negó.

“Sentía que al aceptar esa enfermedad era como aceptar que estaba loca, que todo lo que sentía era mentira”, así mismo acepté ir a conversar con un especialista, al cual ahora estoy agradecida porque luego de dos años prácticamente he podido controlar esta enfermedad.

En realidad me siento muy tranquila, ya que antes todo me angustiaba, si tenía un dolor muscular, sentía que tenía artrosis, o si me salía algún barrito, creía que era Cáncer a la Piel, y me hacía una gran cantidad de exámenes y análisis para descartar pero a pesar que salían negativos a cualquier enfermedad yo no lo creía, y eso me preocupaba más y más, prácticamente era como un circulo vicioso.

La entrevista:

Lic. Mariela Gutiérrez Clínica San Judas Tadeo/ Manuel Raygada 170, 32 Lima, Perú

Colegio de Psicólogos del Perú - Nº 4565

Teléfono: 97364239

¿Qué es la hipocondría?

La hipocondría se ubica dentro del grupo de trastornos neuróticos, estrés y somatomorfos, clasificación universal por la OMS (Organización Mundial de la Salud) Se encuentra especificado en la CIE-10 que es la Clasificación Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud, que se puede asociar también con trastornos mentales y del comportamiento, que desemboca en idea obsesiva en el paciente de la salud versus la enfermedad.
La característica esencial de la hipocondría es la preocupación y el miedo a padecer, Aunque el médico le asegure que no tiene nada, el hipocondríaco solamente se queda tranquilo un rato, pero su preocupación vuelve de nuevo.

¿Por qué se llega a ser hipocondríaco?

La ansiedad, inseguridad, y fobias junto a la interpretación catastrófica de los signos corporales, fiebres, presunto malestar, junto a la característica de ser personas más atentas mentalmente, están mas alertas a cualquier signo aunque sea mínimo el hipocondríaco lo relacionara a la enfermedad, estos son los mecanismos por el que se dispara la hipocondría. Se le relaciona y asocia muy infrecuentemente con la esquizofrenia. No hay que olvidar que el hipocondríaco no está completamente equivocado; padece, justamente, de hipocondría, lo que quiere decir que efectivamente tiene razón: está enfermo.

¿Puede establecerse un perfil de la persona hipocondríaca?

Asociado a la hipocondría suele haber un miedo desmedido a la muerte, al dolor, al sufrimiento, a la debilidad o dependencia de otros. Los pacientes vienen y van buscando nuevas enfermedades, no conformes con el resultado van de medico en medico, de clínica en clínica, en una disyuntiva que no tiene solución, cuando el paciente ha llegado a este comportamiento crónico se le deriva al siquiatra para el manejo de su enfermedad.

¿Es cierto que presentan una mayor sensibilidad frente al dolor y eso les lleva a exagerar sus dolencias?

Es cierto que puede haber miedo al dolor. El miedo hace que busquemos indicios de aquello que tememos, para prepararnos a solucionar lo que se avecina. Eso hace que aquellos que tienen miedo al dolor busquen es su cuerpo cualquier indicio de que puede haber dolor para evitar que llegue a más. Es entonces que se disparan todas las alarmas y aparecen síntomas de angustia y de ansiedad que causan un malestar muy grande y hacen que el dolor se incremente aparentemente. No es que exageren sus dolencias, al añadirles ansiedad y angustia se hacen realmente peores y más insoportables.

¿Estas personas suelen pasar por períodos de mucha angustia debido a que se sienten incomprendidos?

La persona que padece de hipocondría se siente muy incomprendido, nadie es capaz de detectar su enfermedad. Como piensa, naturalmente necesita que encuentren su enfermedad para poder solucionarla, no solamente se angustia, sino que se deprime creyendo que lo que le pasa no tiene solución. El hipocondríaco sufre mucho, se cree enfermo y tiene sensaciones reales que se lo indican y lo único que recibe son palabras que le dicen que no tiene nada y que "todo es psicológico".

¿Cómo se llega al diagnóstico? ¿Son necesarias pruebas exploratorias para descartar posibles problemas físicos?

Hay que asegurara que no tienen ninguna enfermedad física. Una vez que se ha descartado, si el paciente sigue con angustia, preocupación y dudas acerca de su estado de salud, es conveniente estudiar la posibilidad de un trastorno psicológico con exhaustivas baterías de pruebas psicológicas.

¿En que consiste el tratamiento para el hipocondríaco?

Cuando un paciente es hipocondríaco y acepta el tratamiento. Se definen los objetivos de la terapia, que son que pierda la angustia y el miedo a la enfermedad que teme.
Primero se plantean una serie de tareas. Se le pide que no acuda a más médicos, que no hable de salud ni de enfermedad. Debe asumir que tiene un problema real Una vez que se ha establecido este marco fuera de la consulta comienza el tratamiento psicológico.
Luego de la evaluación el siquiatra le diagnosticará psicofármacos al principio del tratamiento, se usarán ansiolíticos y antidepresivos.

Fuentes:

http://www.esmas.com/salud/enfermedades/mentales/384878.html

http://www.cop.es/colegiados/m-00451/Hipocondria.htm

http://www.mipunto.com/temas/3er_trimestre03/hipocondriacos.html (fotos)

Lic. Mariela Gutiérrez Clínica San Judas Tadeo

domingo, noviembre 12, 2006

Cementerio El Ángel (CRÓNICA).

Directo al cementerio


La más grande necrópolis de Lima de más de 47 años de existencia. Aglomera alrededor de nichos y la cantidad va en aumento con las nuevas edificaciones que se construyen. Alberga familias de distintas clases sociales los cuales, sin “aires de grandeza”, el Día de Los Muertos y de los Santos, todos los primeros de noviembre, acuden a visitar a sus familiares que dejaron de existir y sus restos yacen en este recinto. Ha dejado de ser un día de gloria y de reencuentro a pasar a ser una fecha de comercio ambulatorio, comida al paso y los más inusuales objetos que no va acorde con el lugar ni el día: CDS, cremas, juguetes etcétera.

La llegada se hace más rápida gracias a la Vía Expresa que se construyó en la avenida Grau. Al llegar, la aglomeración de gente que invade las pistas cuatro cuadras a la redonda de las instalaciones del camposanto es lo primero que se percibe.

Las calles llenas de flores. No precisamente sembrados en jardines, sino puestos en baldes llenos de agua que pretenden dar vida y color a este día, que, por lo contrario, producen más desorden y mal olor. Las personas deben soportar el incandescente sol y, como si no fuera poco, los gritos desesperantes de los vendedores de flores que sólo les falta llevar sirena. Dan un contexto de guerra: quien grita más fuerte parece significar, es quien vende más flores.

Sólo atiné a seguir la ruta de la gente sin prestar atención a los vendedores. Era difícil evitar escuchar los alaridos que daban. De pronto, cuando quise saber en qué parte del cementerio estaba, “desperté” en medio de la multitud, entre personas que iban y venían sin destino aparente.

Estuve consternado al no saber a dónde ir y pregunté a un niño de aproximadamente doce años. De cabello erizado, con ropa sucia y cogiendo un cordel con camisetas de equipos internacionales de fútbol como el de Boca Junior, River Plate, Arsenal, Milán, entre otros.
Me acerqué a él porque, en ese momento, era el único vendedor que no hacía bulla y tenía la cara de asustado que, quizá, yo la tenía también por encontrarme en la puerta trasera del cementerio. Estaba lejos de la puerta principal. Y volví a seguir a la ruta de la gente pero esta vez decidí “perderme” por mi solo hasta que, mi punto de llegada: la puerta principal, apareciera ante mis ojos.

A la izquierda. De frente. A la derecha. Otra vez a la izquierda. Sigo de frente. No tenía ni la mínima idea de dónde me encontraba. Creo que nunca lo sabré.

****

A pesar de las instrucciones de no llevar nada de valor, hice caso omiso con mi celular. Lo tenía escondido en el bolsillo secreto de mi casaca que llevaba puesto. Mala suerte la mía que ese día el sol hizo su trabajo con mucho ahínco. Me sentía como un tamal dentro de la olla a vapor como aquellos que vi en la entrada del cementerio.

En un determinado momento, como a las diez de la mañana, mi mamá, que un día después iba a llegar de viaje procedente de Bolivia para visitar a nuestros abuelos, me llamó diciendo que quería que le lleve flores a un primo que fue enterrado ahí: Milco Blas León, un policía de la Dirección Nacional de Investigación Criminal (DININCRI) de un metro ochenta y cinco centímetros de altura aproximadamente que cayó muerto en su faena. Sabía que él fue enterrado ahí, pero no sabía el nombre del pabellón, ni el piso.

¡A buscar se ha dicho! Total, ya le había confirmado a mi madre que lo iba a hacer en cuanto lo encontrara. “Dominico se llama el pabellón que está Milco” me indicó.
Treinta minutos después y aún estaba en la búsqueda. ¿Dónde está la calle Dominico? Le pregunte, agotado y sediento, a un joven que cargaba una escalera parada en sus hombros y sudaba más que yo. “Será pabellón. Y es Santo Domenico” me explicó señalándome a mi derecha, a siete pabellones.

Caminé hacia donde me había dirigido, dudando si me había dicho la verdad o quizá él tampoco conocía. Miré hacia arriba. “Santo Domenico” leí mostrando un gesto de satisfacción. Por fin había llegado. Ahora a buscar el nicho de Milco. Uno por uno, nicho por nicho.
Ciento treinta nichos, ciento treinta posibilidades de encontrar el de mi primo en el edificio, de uno de los lados. Por el otro, otras ciento treinta opciones. En total doscientos sesenta alternativas. Afortunadamente no tuve que leer todos los nombres de los difuntos, me bastó leer las seis primeras filas. Lo hallé. No tenía flores. Ésa era mi misión: dar vida a la bóveda a nombre de mi madre. La tía que le había criado desde los dieciséis años de edad.

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Debió haber más de cinco mil personas en todo el recinto. Caminaban despistados. Algunos sentados comiendo Pachamanca (plato típico de la sierra peruana) o Arroz con Pollo, Causa u otros platillos que, con solo ver u oler, abren el apetito a los visitantes. Los provisorios restaurantes que ocupaban grandes espacios y que impedían el paso de los transeúntes, eran el lugar idóneo para disfrutar de un momento familiar bajo sombra.
Llegaban en familias: mamá, papá y dos hijos. Pedían cinco platos, uno para el difunto, siguiendo las costumbres ancestrales de la sierra.

El desorden me produce claustrofobia. No hay nada que hacer. Supuse que todos los años, los primeros de noviembre eran así. No estaba equivocado, lo supe al día siguiente cuando le pregunté a mi madre quien visitaba a su “hijo” desde hace cinco años cada vez que venía de viaje.

No había marcha atrás. Tenía que soportar el sol y caminar por las instalaciones del cementerio para ver cómo festejaban las diferentes familias este día para recordar a los seres queridos. Los niños que vendían “agüita”, como ellos lo promocionaban, a treinta céntimos. Las botellas de plástico de gaseosas caían como anillo al dedo. Al cabo de unos minutos, estaba exhausto.

Me senté en un banco de cemento a las afueras de El Ángel. Veía a una hombre solo, al cabo de unos minutos, se encontraba con, posiblemente, su hermana, luego llegaba su madre con su padre. Se habían vuelto a reunir, no sé después de qué tiempo, pero fue un emotivo reencuentro. Abrazos y besos. Partieron a la fosa donde, seguramente, estába un familiar.

En mi paseo, un día después de La Canción Criolla, un grupo de
improvisados Mariachis de fisonomía serrana, con trompeta y
acordeón en mano, contratados por una familia para “agasajar” a su muerto, tocaba música mexicana la cual se confundía con el Huaylas que era tocado por uno de los tantos grupos musicales que se hallaba cerca. La gente rodea a los artistas, con una sonrisa en la boca y palmas. Crean un concierto al aire libre con dos tipos de cánticos que los espectadores escogen cuál les gusta más.

Individuos que aparentemente no vendían aquellos productos que mostraban. Exaltaban las ventajas de sus ungüentos para el calambre, el acné, las manchas por el sol o el embarazo. Piden a un voluntario que por lo general es un niño para revelar los beneficios y “demostrar” que la crema sí funciona y que sí vale la pena pagar esos “diez soles, no. Cinco tampoco. A solo tres soles, damas y caballeros…”, resaltaba como dando una noticia de importancia mundial el vendedor.
El “chunchito” como todos los llamaban haciendo referencia a un selvático “típico”. Éste tenía rasgos de la sierra, lo supe cuando empezó a hablar en Quechua y Aymará.
Crema de culebra ofrecía, “para los calambres y el reumatismo”, indicaba.

Los anticuchos, picarones, el ceviche y el plato “siete colores” que comprendía de chanfainita, tallarines verdes o rojos, por doquier, salían como “pan caliente”. Ningún puesto de comida estaba libre. No corrían la misma suerte los vendedores de zapatos usados, CDS, cerámicas, gorras, lentes de sol, bolsos y hasta semillas para desparasitar a los niños, entre otras cosas más.

Las técnicas que vacunaban contra la Sarampión y la Rubéola, siguiendo la campaña de salud que el Jefe de estado Alan García Pérez había aperturado, no estuvieron ausente. Éste era un día donde mucha gente, quizá aún no vacunadas, iban a llegar.
Tenían que “incentivar a las personas a que se vacunen”, me afirmó la mujer con una mirada de duda. Y, ¿Qué pasa con las personas que no quieren vacunarse?,atiné a preguntarle.“Por eso hay que tener don de convencimiento”, me respondió. Hasta que llegó la pregunta indeseada por mí: ¿tú ya te has vacunado? - “Sí, hace varios días, cuando empezó la campaña todavía”, alegué - ¿ tu tarjeta? – “estoy trabajando, hago un reportaje. No lo traje”. Me había convertido en un mentiroso, no me había vacunado y no pensaba hacerlo. Una de sus ayudantes, le avisó que había otro grupo de técnicas que estaban vacunando muy cerca de ellas. La mujer se paró y no sé cuánto se habrá demorado. Yo había huido a la probabilidad de ser vacunado.

****

Por un momento pensé que hoy la muerte había tomado un día de descanso. No vi un solo entierro. Luego me enteré por una llamada que hice dos días después de mi visita a la Dirección del cementerio El Ángel, que éste había sido el primer año que se tomó la iniciativa de no aceptar entierro alguno. Pero, ¿hay espacio para uno más?, si, si lo hay. A pesar de que las fosas estén en el último piso(de arriba hacia abajo) y en el pabellón más oculto.

Tres de la tarde. Y debía volver al nicho de mi primo para poner las flores que me habían encomendado. Una vez más me perdí entre la gente. Quince minutos después, sin saber cómo había llegado, me encontré frente al pabellón donde estaba Milco.
Alguien me había ganado. Había flores. Esperé a ver si esa persona o personas regresaban para hablar con ellos, al fin y al cabo, eran familiares míos. Apoyado en una pared justo al frente de la tumba de mi primo, esperé y esperé. Nadie llegaba y me fui embargado por el hambre. Fui tentado por la comida que parecía que me llamaban a gritos a que los pruebe. Casi me hago presa por la imagen de las personas que degustaban esos “manjares”. Sólo atiné a caminar más de prisa. Tomé un taxi y errumbé a mi casa donde me esperaba un plato de Ají de Gallina.

viernes, noviembre 10, 2006

MEMORIAS DE UN TRISTE PERRO


Este mensaje me llegó a mi correo hace algunos días. Me solicitaron que lo difunda a través de este blog. Después de terminar de leerlo me sentí en la obligación de darle a conocer, quizás contribuya a sensibilizar, aunque sea a una persona, a la buena crianza de nuestros cachorros, que son considerados "el amigo del hombre". Abajo la memoria de un perro:Semana 1:Hoy cumplí una semana de nacido, ¡Qué alegría haber llegado a este mundo!

Mes 01:Mi mamá me cuida muy bien. Es una mamá ejemplar.

Mes 02:Hoy me separaron de mi mamá. Ella estaba muy inquieta, y con sus ojos me dijo adiós. Esperando que mi nueva "familia humana" me cuidara tan bien como ella lo había hecho.Mes

04:He crecido rápido; todo me llama la atención. Hay varios niños en la casa que para mí son como "hermanitos". Somos muy inquietos, ellos me jalan la cola y yo les muerdo jugando.
Mes 05:Hoy me regañaron. Mi ama se molestó porque me hice "pipí" adentro de la casa; pero nunca me habían dicho dónde debo hacerlo. Además duermo en la recámara... ¡y ya no me aguantaba!

Mes 06:Soy un perro feliz. Tengo el calor de un hogar; me siento tan seguro, tan protegido. Creo que mi familia humana me quiere y me consiente mucho. Cuando están comiendo me convidan. El patio es para mi solito y me doy vuelo escarbando como mis antepasados los lobos, cuando esconden la comida. Nunca me educan. Ha de estar bien todo lo que hago.

Mes 12:Hoy cumplí un año. Soy un perro adulto. Mis amos dicen que crecí más de lo que ellos pensaban. Que orgullosos se deben de sentir de mí.

Mes 13:Qué mal me sentí hoy. "Mi hermanito" me quitó la pelota. Yo nunca agarro sus juguetes. Así que se la quité. Pero mis mandíbulas se han hecho muy fuertes, así que lo lastimé sin querer. Después del susto, me encadenaron casi sin poderme mover al rayo del sol. Dicen que van a tenerme en observación y que soy ingrato. No entiendo nada de lo que pasa.

Mes 15:Ya nada es igual... vivo en la azotea. Me siento muy solo, mi familia ya no me quiere. A veces se les olvida que tengo hambre y sed. Cuando llueve no tengo techo que me cobije.
Mes 16:Hoy me bajaron de la azotea. De seguro mi familia me perdonó y me puse tan contento que daba saltos de gusto. Mi rabo parecía reguilete. Encima de eso, me van a llevar con ellos de paseo. Nos enfilamos hacia la carretera y de repente se pararon. Abrieron la puerta y yo me bajé feliz creyendo que haríamos nuestro "día de campo". No comprendo por qué cerraron la puerta y se fueron. "¡Oigan, esperen!" Se... se olvidan de mí. Corrí detrás del coche con todas mis fuerzas. Mi angustia crecía al darme cuenta, que casi me desvanecía y ellos no se detenían: me habían olvidado.

Mes 17:He tratado en vano de buscar el camino de regreso a casa. Me siento y estoy perdido. En mi sendero hay gente de buen corazón que me ve con tristeza y me da algo de comer. Yo les agradezco con mi mirada y desde el fondo con mi alma. Yo quisiera que me adoptaran y seria leal como ninguno. Pero solo dicen "pobre perrito", se ha de haber perdido.

Mes 18:El otro día pasé por una escuela y vi a muchos niños y jóvenes como mis "hermanitos". Me acerqué, y un grupo de ellos, riéndose, me lanzó una lluvia de piedras "a ver quien tenia mejor puntería". Una de esas piedras me lastimó el ojo y desde entonces ya no veo con él.

Mes 19:Parece mentira, cuando estaba más bonito se compadecían más de mí. Ya estoy muy flaco; mi aspecto ha cambiado. Perdí mi ojo y la gente más bien me saca a escobazos cuando pretendo echarme en una pequeña sombra.

Mes 20:Casi no puedo moverme. Hoy al tratar de cruzar la calle por donde pasan los coches, uno me arrolló. Según yo estaba en un lugar seguro llamado "cuneta", pero nunca olvidaré la mirada de satisfacción del conductor, que hasta se ladeó con tal de centrarme. Ojalá me hubiera matado, pero solo me dislocó la cadera. El dolor es terrible, mis patas traseras no me responden y con dificultades me arrastré hacia un poco de hierba a ladera del camino.

Mes 21:Tengo 10 días bajo el sol, la lluvia, el frío, sin comer. Ya no me puedo mover. El dolor es insoportable. Me siento muy mal; quedé en un lugar húmedo y parece que hasta mi pelo se está cayendo. Alguna gente pasa y ni me ve; otras dicen: "No te acerques" Ya casi estoy inconsciente; pero alguna fuerza extraña me hizo abrir los ojos. La dulzura de su voz me hizo reaccionar. "Pobre perrito, mira como te han dejado", decía... junto a ella venía un señor de bata blanca, empezó a tocarme y dijo: "Lo siento señora, pero este perro ya no tiene remedio, es mejor que deje de sufrir." A la gentil dama se le salieron las lágrimas y asintió. Como pude, moví el rabo y la miré agradeciéndole me ayudara a descansar. Solo sentí el piquete de la inyección y me dormí para siempre pensando en por qué tuve que nacer si nadie me quería. La solución no es echar un perro a la calle, sino educarlo. No conviertas en problema una grata compañía. Ayuda a abrir conciencia y así poder acabar con el problema de los perros callejeros. FIN

fuente: http://cronicasyrelatos.blogspot.com/ de Taylor de la Cruz