domingo, octubre 08, 2006

Las quintas (Perodismo narrativo)

SE VA, PERO SIEMPRE VUELVE

Nadie sabe, ni se imagina, a dónde sale Emiliano Sánchez Quiroga todos los días, sin descanso, de lunes a domingo. Nadie, ni sus cuatro hermanos que viven con él en la quinta “Virgen de Fátima” en la victoria. Para muchos, se va a trabajar como obrero por todos los distritos de lima buscando alguna “chambita”. Para otros tiene una familia y solo regresa ahí para ver a sus hermanitos quienes no pasan de los siete años de edad.

A sus 23 años enfrenta a la vida como todo un buen padre de familia con cuatro “hijos”. Se levanta a las seis de la mañana. Con el desayuno preparado para sus hermanos, se va, según él, a trabajar.
Con el rostro aún con sueño, como si hubiera estado en una fiesta la noche anterior. Y con la misma ropa de hace ocho días, prende la radio para enterarse si hay alguna huelga en el centro de lima para integrarse y buscar el almuerzo de él y sus hermanos. Pero cuando no hay huelga tiene que recurrir a su ·”trabajo” rutinario que no es tan de su agrado.
A sus cuatro hermanos les da de comer una vecina, con los 5 soles que deja para su almuerzo y quizá la cena, y, en algunas oportunidades, el desayuno del día siguiente. “Por si me pasa algo”- dice precaviendo un futuro nada favorable.

No tiene descanso, ni feriados, ni el día de las votaciones descansó. “Ese día hubo más chamba” y un gesto de auto-reproche invadió su rostro. Para él, los domingos son sus días más remunerados: mucha gente y familias anda con sus hijos por las calles despistados mirando el jirón de la unión o las catedrales. Así pasan sus días en lima: al acecho de un “cachuelo”.

Ha estado solo una vez en la comisaría por hurto pero no ha pasado una sola noche detenido porque: “en las carteras o en las billeteras solo hay objetos sin valor, o sino, veinte soles y unas moneditas”, afirma como si estuviera en trance o con ira porque:”ya no es como antes” recalca Fernando “en que la gente sacaban sus mejores joyas, ropas y cosas los domingos”
Llega un punto en que se cansa de la capital para ir en busca de otros lugares. Es ahí cuando se inicia esa incógnita a dónde irá. No saben que se dedica a ser dueño de lo ajeno, a “pedir prestado” sin avisar al verdadero dueño. Pero si que sale muy temprano con una sola intención: traer dinero para alimentar a sus hermanos a los cuales cuida como el tesoro más preciado.

Se va hasta
Ica, cerca al terminal de buses para ver “si pasa algo” para luego ir a las ferias. Ica no es el único destino que conoce, se va a distintos puntos cercanos a la capital para no sentirse tan lejos de sus hermanos que lo esperan sin saber que tiene que robar para darles de comer. Ellos creen que trabaja como agente de seguridad en una compañía y que, a veces, le pide que vaya con ellos a distintas ciudades como una comisión y eso significa, para ellos: tener más dinero para comprar ropa, frazadas, juguetes y sobre todo, comida.

El Cabello que anuncia a simple vista su vida pasada en el cuartel “Fuerte Hoyos” en el
Rimac
, y, que dibuja la forma de su cráneo tal cual es. De tez trigueña y ojos cansados por las trasnochadas en la espera de un “cliente”, como él los llama. Y de piernas alargadas como un don de la naturaleza para ganar en competencias de carreras y, sobre todo, poseedor de artimañas para no ser descubierto por sus victimas.

La quinta cuenta con dos salidas, una, la principal, da a la avenida Antonio Raymondi y la otra a García Naranjo. La primera tiene como vista al centro comercial “Polvos Azules” la cual, cuando este llegó, ya hace mas de 5 años, cambió la vida de todos sus residentes dando más movimiento vehicular y concurrencia de gente que van a comprar a las tiendas aledañas.

Y la otra salida, la mas concurrida de noche por la larga fila de mujeres “al paso” que calientan las noches con sus diminutas prendas coloridas y que con tan solo veinte soles cualquier “perdedor en el amor” puede dar rienda suelta a sus mas bajos instintos carnales quienes, luego de el trueque, pasan a manos “ágiles”, pero que, en muchos casos, ya no encuentran nada porque solo llevan lo necesario. “Pucha, ahí puedes cambiar de aceite todos los días por veinte o treinta luquitas y, de ahí, esos patas pasan a manos nuestras, pe” afirma Emi, como le gusta que le llamen, dando un silbido llamando a sus amigos de quinta para comer una salchipapa en la carretilla “La tía Nachita”.

La quinta Virgen de Fátima, tiene en su interior una escalera que lleva hasta el segundo piso. En medio esta la “Virgen de Fátima” como patrona y cuidadora. Llena de flores casi marchitadas que solo las cambian dos veces a la semana. Esa es función de doña Marcela, una morena muy devota de la virgen porque, según ella, le hizo un milagrito: la curó del cáncer de mamas. Pero, no solo ella le rinde homenaje poniéndole flores. Ella decora con flores la imagen, la cual ha sido victima del paso de los años con la sola intención que se vea más agradable como agradecimiento.

Al subir, un crujido que parece venir del estomago en momentos de hambre, hace temblar el piso de madera casi astillada y comida por las tantas polillas del lugar. Ya sin pasamanos, la escalera resiste el paso de más de ciento cincuenta años de inauguración la cual ha visto nacer a muchos nuevos “inquilinos” y morir a otros. Y aún se puede usar, a pesar que, en las esquinas tiene un aspecto verdoso por la humedad.


Al entrar a la quinta, lo primero que sobresalta a la vista es la ausencia de colores. El verde no existe ahí. No hay plantas, sino, ropas colgados de cordeles de distintos tamaños. No se sabe si todos pertenecen a un mismo dueño o a la comunidad ni si entre no hay peleas por el cordel o por el clásico tema: las ropas perdidas.

Emilianoy sus cuatro hermanos comparten el caño y el baño con otras 13 familias más. El baño solo se limpia los sábados por que nadie “tiene tiempo” para hacerlo y permanece sucio y un olor que espanta a visitantes y atrae a las moscas.

Los sábados son sagrados y maldecidos porque en este día es cuando hay mas gente en la quinta y menos lugar para lavar la ropa, y por esta razón, es que los vecinos se han puesto de acuerdo en usar el caño. Los lunes le toca a la familia Figueroa de nueve de la mañana hasta el mediodía y luego, a la familia Saavedra de las doce a las tres de la tarde y así sucesivamente. Sin embargo, no hay día en que le toque a la familia Sánchez ya que no hay mujer que los atienda. La única mujer recién tiene cuatro años y solo pasa los días con los juguetes de sus hermanos varones. El consumo de agua y luz corredor cuanta de toda la quinta que se reparte equitativamente entre los vecinos.

Son sagrados porque nunca falta las polladas: clásica actividad para recaudar fondos con el pretexto de una enfermedad pero, por arte de magia, la supuesta enferma, a la medianoche, esta bailando y tomando hartas cervezas brindando con sus vecinos de la quinta y otras aledañas.

Es aquí cuando aquellas riñas entre vecinos por dejar el caño abierto, por dejar el baño sucio o por usar mucha agua se olvidan. Con el alto volumen de la música chicha. Discos de Dina Paùcar, Sonia morales, entre otras hacen las fiestas sin dejar dormir a los que al día siguiente tiene que trabajar muy temprano obligándolos a ser parte de la pollada bailable.

A pesar que esta quinta es tomada como patrimonio cultural de la nación según el instituto nacional de cultura (INC) y que pertenece, según
http://www.editoraperu.com, a “quintas de obreros”, promovido desde inicios del siglo XX por las sociedades de beneficencia pública de varias ciudades del país, esta en un “buen estado de conservación” - afirmó Luis Guillermo Lumbreras Salcedo, director del Insituto Nacional de Cultura (INC).

Además, esta quinta es contemporánea con las primera quintas La Riva y los huérfanos de los años 1850. Más antiguas, aún, son las del centro de lima, durante las décadas de 1920 y 1930; de igual manera, en 1925, en el callao, se concebido a escala urbana el barrio obrero Leguía 1927 es otro buen ejemplo, por remembrar una serie de innovaciones en el aspecto urbano después de las constantes inmigraciones de las distintas provincias del Perú.

Todos saben cuando es el cumpleaños de un vecino y qué mejor excusa para reunirse en familia, ya que “todos somos una familia” menciona Rosa Espinoza, una señora de 78 años de edad, con una joroba en la espalda que refleja el trabajo arduo diario e incansable que realizo cuando era joven. “no había día en que no trabajaba” .es ella la que se encarga de “corregir” a los muchachos malcriados que, hace como 10 años, le decían: tía, ahora le dicen: abuela. Con palo en mano sigue a Fernando cada vez que llega un poco pasado de copas o cuando regresa después de tres días.

Aun sin terminar la secundaria y sus hermanos sin pisar una escuela, esperan el día en que consigan un trabajo que les pueda alcanzar para “esas cosas vanas” como las llama Juan Carlos, el hermano menor siguiente de Emiliano quien ha dejado de estudiar para dedicarse a cuidar a sus hermanos menores cuando está fuera de lima ”trabajando”.

En este contexto viven él y sus hermanos. No persiguen un mejor futuro tan solo la supervivencia dándole más peso a la alimentación y no al estudio como lo afirma el mismo Emiliano en un momento de melancolía por el recuerdo de sus padres y la “exagerada” falta de su ayuda y amor que necesitan.

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